Un discurso dado al cuerpo de estudiantes de la Universidad de Brigham Young - 4 de noviembre de 1969
Vivir con nosotros mismos
Hay una gran soledad en el liderazgo, pero tenemos que vivir con nosotros mismos. Un hombre tiene que vivir con su conciencia. Un hombre tiene vivir a la altura de sus sentimientos profundos, como lo hace una nación, y debemos enfrentar la situación. Se de pocas alternativas, si hay ...
algunas, con las que tenemos que vivir más allá de la alternativa con la que nos vemos inmediatamente enfrentados. Pienso que es eso de lo que quiero hablar hoy.
Hay soledad en cada aspecto del liderazgo. Pienso que de alguna manera lo sentimos ...
en esta Universidad. BYU está en boca de discusión en toda la nación hoy en día por algunas de nuestras prácticas y políticas, y por nuestros procedimientos, pero quiero ofrecer el pensamiento de que ninguna institución ni ningún hombre jamás ha vivido en paz consigo mismo en un espíritu de compromiso. Debemos mantenernos por las políticas que hemos adoptado. Podremos preguntarnos [maravillarnos o cuestionarnos] en nuestros corazones, pero debemos mantener esa posición establecida ante nosotros por aquel que nos guía, nuestro profeta.
El Salvador caminó solo
Siempre ha sido así. El precio del liderazgo es soledad. El precio de adherirse a la conciencia es soledad. El precio de seguir principios es soledad. Pienso que es ineludible. El Salvador del mundo fue un hombre que caminó en soledad. No conozco de cualquier otra declaración que remarque más este hecho que esta patética [triste] oración:
...las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. (Mateo 8:20)
No hay una imagen más solitaria en la historia que aquella del Salvador en la cruz, solo, el Redentor de la humanidad, el Salvador del mundo, llevando a cabo la exaltación. El Hijo de Dios sufriendo por los pecados de los hombres. Al pensar en ello, reflexiono en lo dicho por Channing Pollock.
“Judas con sus treinta piezas de plata fue un fracaso. Cristo en la cruz fue la mayor figura de tiempo y eternidad.”
José Smith
De la misma forma, José Smith fue una figura de soledad. Tengo un gran amor por el niño que salió de los bosques, que después de esa experiencia nunca pudo ser el mismo otra vez. Que fue ultrajado y perseguido, y visto despectivamente. ¿Pueden sentir la [tristeza] en estas palabras del niño profeta?
...Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación. (JSH 1:25).
Hay pocas imágenes más penosas, no al menos en nuestra historia, que la del profeta siendo llevado a través del río Mississippi por Stephen Markham, sabiendo que sus enemigos intentaban asesinarlo, mientras que algunos de los suyos lo acusaran de huir. Escuchen esta respuesta:
Si mi vida no es de valor para mis amigos, no es de valor para mí. (DHC 6:549, junio de 1844).
La Historia de la Iglesia
Esta ha sido la historia de esta Iglesia, mis jóvenes amigos, y espero que nunca lo olviden. Vino como resultado de la posición de liderazgo impuesta sobre nosotros por el Dios del cielo que llevó a cabo la restauración del evangelio de Jesucristo.
Cuando la declaración concerniente a que está es la única Iglesia viviente y verdadera sobre la faz de la tierra fue hecha, se nos puso inmediatamente en una posición de soledad, la soledad del liderazgo de la que no podemos encogernos ni huir, y la que debemos enfrentar con osadía, valor, y habilidad. Nuestra historia es una de expulsiones, de ser emplumados y embreados, o de ser perseguidos y cazados. Recientemente hemos experimentado una nueva ola de criticismo, como muchos de ustedes ya saben.
Me remito a esta palabras de Pablo:
...atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, mas no destruidos; (2 Corintios 4:8-9).
La soledad de un misionero
Anoche hablé con el padre de un misionero. El dijo “Recién hablé con mi hijo que está en otra tierra. Está derrotado. Está destruido. Está solo y tiene miedo. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo?”
Le respondí, “¿Hace cuanto que se encuentra allí?”
El dijo, “Tres meses”
Le dije, “Supongo que esa es la experiencia de casi cada misionero que ha estado allí por tres meses. Casi no hay ningún joven o jovencita que ha sido llamado para ir al mundo en una posición de responsabilidad para representar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que no haya sentido en gran parte del tiempo, estoy seguro, en los primeros meses de su misión la terrible soledad de esa responsabilidad. Pero también aprende, al trabajar en el servicio del Señor, la dulce y maravillosa compañía del Espíritu Santo que suaviza y lo rescata de esos sentimientos de soledad.”
El converso solitario
Lo mismo ocurre con un converso. Estuve pensando esta mañana de un amigo que conocí cuando servía en la misión de Londres treinta y seis años atrás. Recuerdo una vez que vino hasta nuestro departamento en una noche lluviosa. Golpeó la puerta y lo invité a pasar.
El dijo, - “Tengo que hablar con alguien. Estoy solo. Estoy acabado.”
- “¿Cual es tu problema?”
- “Cuando me uní a la Iglesia poco más de un año atrás, mi padre me dijo que me fuera de su hogar y nunca regresara, y nunca he sido desterrado.”
“Hace algunos meses el club de cricket del que soy miembro me expulsó, me prohibieron la membresía los chicos con quienes crecí y con quienes fui tan cercano y amigo.”
Luego agregó, “el mes pasado mi jefe me despidió por ser miembro de esta Iglesia y por no poder conseguir otro trabajo he tenido que pedir limosna.”
“Anoche la chica con la que salí por un año y medio me dijo que nunca se casará conmigo por ser Mormón.”
Le respondí: “Si esto le ha costado tanto, ¿por qué no abandona la Iglesia y vuelve a la casa de su padre, a su club de cricket, y al trabajo que tanto significaba para usted, y a la mujer que piensa que ama?”.
El no dijo nada por lo que me pareció un tiempo muy largo. Entonces, agachando su cabeza entre sus manos lloró y lloró. Finalmente me miró y a través de sus lágrimas dijo: “No podría hacer eso. Sé que es verdad, y aunque me cueste la vida nunca podría renunciar.” Recogió su capa mojada y caminó por la puerta afuera en medio de la lluvia. Mientras lo observaba pensé de la soledad de conciencia, soledad de testimonio, soledad de fe, y en la fortaleza y consuelo del Espíritu de Dios.
La soledad de Testimonio
Quisiera concluir diciendo aquí hoy, a ustedes hombres y mujeres jóvenes que se encuentran en esta basta congregación: esta es su suerte. Oh!, están aquí todos juntos hoy, son todos de un mismo tipo, de un mismo parecer. Pero se están preparando para ir afuera a mundo en donde no tendrán diez mil, veinte mil, veinticinco mil otros como ustedes. Ustedes SENTIRAN la soledad de la fe.
Vivir con nosotros mismos
Hay una gran soledad en el liderazgo, pero tenemos que vivir con nosotros mismos. Un hombre tiene que vivir con su conciencia. Un hombre tiene vivir a la altura de sus sentimientos profundos, como lo hace una nación, y debemos enfrentar la situación. Se de pocas alternativas, si hay ...
algunas, con las que tenemos que vivir más allá de la alternativa con la que nos vemos inmediatamente enfrentados. Pienso que es eso de lo que quiero hablar hoy.
Hay soledad en cada aspecto del liderazgo. Pienso que de alguna manera lo sentimos ...
en esta Universidad. BYU está en boca de discusión en toda la nación hoy en día por algunas de nuestras prácticas y políticas, y por nuestros procedimientos, pero quiero ofrecer el pensamiento de que ninguna institución ni ningún hombre jamás ha vivido en paz consigo mismo en un espíritu de compromiso. Debemos mantenernos por las políticas que hemos adoptado. Podremos preguntarnos [maravillarnos o cuestionarnos] en nuestros corazones, pero debemos mantener esa posición establecida ante nosotros por aquel que nos guía, nuestro profeta.
El Salvador caminó solo
Siempre ha sido así. El precio del liderazgo es soledad. El precio de adherirse a la conciencia es soledad. El precio de seguir principios es soledad. Pienso que es ineludible. El Salvador del mundo fue un hombre que caminó en soledad. No conozco de cualquier otra declaración que remarque más este hecho que esta patética [triste] oración:
...las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. (Mateo 8:20)
No hay una imagen más solitaria en la historia que aquella del Salvador en la cruz, solo, el Redentor de la humanidad, el Salvador del mundo, llevando a cabo la exaltación. El Hijo de Dios sufriendo por los pecados de los hombres. Al pensar en ello, reflexiono en lo dicho por Channing Pollock.
“Judas con sus treinta piezas de plata fue un fracaso. Cristo en la cruz fue la mayor figura de tiempo y eternidad.”
José Smith
De la misma forma, José Smith fue una figura de soledad. Tengo un gran amor por el niño que salió de los bosques, que después de esa experiencia nunca pudo ser el mismo otra vez. Que fue ultrajado y perseguido, y visto despectivamente. ¿Pueden sentir la [tristeza] en estas palabras del niño profeta?
...Porque había visto una visión; yo lo sabía, y sabía que Dios lo sabía; y no podía negarlo, ni osaría hacerlo; por lo menos, sabía que haciéndolo, ofendería a Dios y caería bajo condenación. (JSH 1:25).
Hay pocas imágenes más penosas, no al menos en nuestra historia, que la del profeta siendo llevado a través del río Mississippi por Stephen Markham, sabiendo que sus enemigos intentaban asesinarlo, mientras que algunos de los suyos lo acusaran de huir. Escuchen esta respuesta:
Si mi vida no es de valor para mis amigos, no es de valor para mí. (DHC 6:549, junio de 1844).
La Historia de la Iglesia
Esta ha sido la historia de esta Iglesia, mis jóvenes amigos, y espero que nunca lo olviden. Vino como resultado de la posición de liderazgo impuesta sobre nosotros por el Dios del cielo que llevó a cabo la restauración del evangelio de Jesucristo.
Cuando la declaración concerniente a que está es la única Iglesia viviente y verdadera sobre la faz de la tierra fue hecha, se nos puso inmediatamente en una posición de soledad, la soledad del liderazgo de la que no podemos encogernos ni huir, y la que debemos enfrentar con osadía, valor, y habilidad. Nuestra historia es una de expulsiones, de ser emplumados y embreados, o de ser perseguidos y cazados. Recientemente hemos experimentado una nueva ola de criticismo, como muchos de ustedes ya saben.
Me remito a esta palabras de Pablo:
...atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, mas no destruidos; (2 Corintios 4:8-9).
La soledad de un misionero
Anoche hablé con el padre de un misionero. El dijo “Recién hablé con mi hijo que está en otra tierra. Está derrotado. Está destruido. Está solo y tiene miedo. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo?”
Le respondí, “¿Hace cuanto que se encuentra allí?”
El dijo, “Tres meses”
Le dije, “Supongo que esa es la experiencia de casi cada misionero que ha estado allí por tres meses. Casi no hay ningún joven o jovencita que ha sido llamado para ir al mundo en una posición de responsabilidad para representar a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días que no haya sentido en gran parte del tiempo, estoy seguro, en los primeros meses de su misión la terrible soledad de esa responsabilidad. Pero también aprende, al trabajar en el servicio del Señor, la dulce y maravillosa compañía del Espíritu Santo que suaviza y lo rescata de esos sentimientos de soledad.”
El converso solitario
Lo mismo ocurre con un converso. Estuve pensando esta mañana de un amigo que conocí cuando servía en la misión de Londres treinta y seis años atrás. Recuerdo una vez que vino hasta nuestro departamento en una noche lluviosa. Golpeó la puerta y lo invité a pasar.
El dijo, - “Tengo que hablar con alguien. Estoy solo. Estoy acabado.”
- “¿Cual es tu problema?”
- “Cuando me uní a la Iglesia poco más de un año atrás, mi padre me dijo que me fuera de su hogar y nunca regresara, y nunca he sido desterrado.”
“Hace algunos meses el club de cricket del que soy miembro me expulsó, me prohibieron la membresía los chicos con quienes crecí y con quienes fui tan cercano y amigo.”
Luego agregó, “el mes pasado mi jefe me despidió por ser miembro de esta Iglesia y por no poder conseguir otro trabajo he tenido que pedir limosna.”
“Anoche la chica con la que salí por un año y medio me dijo que nunca se casará conmigo por ser Mormón.”
Le respondí: “Si esto le ha costado tanto, ¿por qué no abandona la Iglesia y vuelve a la casa de su padre, a su club de cricket, y al trabajo que tanto significaba para usted, y a la mujer que piensa que ama?”.
El no dijo nada por lo que me pareció un tiempo muy largo. Entonces, agachando su cabeza entre sus manos lloró y lloró. Finalmente me miró y a través de sus lágrimas dijo: “No podría hacer eso. Sé que es verdad, y aunque me cueste la vida nunca podría renunciar.” Recogió su capa mojada y caminó por la puerta afuera en medio de la lluvia. Mientras lo observaba pensé de la soledad de conciencia, soledad de testimonio, soledad de fe, y en la fortaleza y consuelo del Espíritu de Dios.
La soledad de Testimonio
Quisiera concluir diciendo aquí hoy, a ustedes hombres y mujeres jóvenes que se encuentran en esta basta congregación: esta es su suerte. Oh!, están aquí todos juntos hoy, son todos de un mismo tipo, de un mismo parecer. Pero se están preparando para ir afuera a mundo en donde no tendrán diez mil, veinte mil, veinticinco mil otros como ustedes. Ustedes SENTIRAN la soledad de la fe.
No es fácil, por ejemplo, ser virtuoso cuando todos a su alrededor son los que se burlan de la virtud.
No es fácil ser honesto cuando todos a tu alrededor son los que se interesan en hacer “dinero rápido”.
No es fácil ser industrioso cuando todos a tu alrededor son los que no creen en el valor del trabajo.
No es fácil ser un hombre de integridad cuando todos a tu alrededor son los que violan los principios por conveniencia.
La Paz del Espíritu
Quisiera decirle a los que están aquí hoy, mis hermanos y hermanas, que hay soledad, pero un hombre de su tipo tiene que vivir con su conciencia. Un hombre tiene que vivir con sus principios. Un hombre tiene que vivir con sus convicciones. Un hombre tiene que vivir con su testimonio. A menos que lo haga, el es miserable, terriblemente miserable. Y aunque haya espinas, aunque haya desilusiones, aunque haya problemas y penurias, dolores del corazón, congojas, y desesperación y soledad, también habrá paz y consuelo y fortaleza.
Una promesa y una bendición
Me gustan estas grandiosas palabras del Señor dadas a aquellos que salen y enseñan este evangelio:
..iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros. (Doctrina y Convenios 84:88)
Yo pienso que es una promesa para cada uno de nosotros. Yo lo creo, yo lo sé. Doy mi testimonio de su veracidad ante ustedes este día.
Dios los bendiga, mis queridos jóvenes amigos, ustedes de noble nacimiento, ustedes del convenio, ustedes que son la más grande esperanza para esta generación. Hombres y mujeres jóvenes de habilidad y conciencia, de liderazgo y de tremendo potencial.
Dios los bendiga para caminar temerariamente aunque lo hagan en soledad, y para que conozcan en sus corazones la paz que viene de regir su vida por principios, la “paz que sobrepasa todo entendimiento”. Es mi humilde ruego, al dejarlos con mi testimonio de la divinidad de esta santa obra. Como un siervo del Señor, invoco sobre ustedes cada gozo a medida que avanzan en sus vidas para enriquecer y fructificar maravillosamente la experiencia de su vida, en el nombre de Jesucristo. Amen.
por el Elder Gordon B. Hinckley
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